Vino, cerveza, aceite, quesos, mieles, papayas, papas, legumbres, destilados, agua,… En unas cuantas catas me he visto involucrado y he de aseverar que cada experiencia fue única y enriquecedora.
Con cada cata nos encaminamos inevitablemente a la evocación y el hecho de haber probado con atención este producto tan especial, del admirable trigo sarraceno, me retrotrae a aquella primera fase final del certamen Agrocanarias de Gofio, entonces una experiencia de lo más novedosa por la complejidad de desarrollar y precisar un sistema o método homogéneo para valorar muestras del alimento vernáculo que hoy, tras varias ediciones, parece bastante afinado y afianzado.
Con esa premisa de que el gofio se puede catar lo más objetivamente posible basándonos en sus distintas fases (aroma, aspecto visual en seco y mezclado con agua, vertiente gustativa y granulado, etc.) acentuamos la personalidad de esta elaboración merecedora de unos cuantos símbolos del “visto bueno”.
Ya de por sí el relato de Sunil Lakhani merecía no sólo atención sino también afilar la curiosidad acerca de un gofio ‘distinto’, no exento de su vertiente heroica si lo vinculamos a la procedencia del cereal, Ucrania y el comienzo de un proyecto que se daba de bruces a las primeras de cambio con la invasión de Rusia. La historia personal de Sunil, del por qué este tipo de gofio y no otro, merece elogios y también captar las sensaciones con una muestra proporcionada por el emprendedor.
He apreciado esa persistencia cálida, equilibrada y elegante que da en boca el alforfón que, pese a su apariencia y nombre tradicional, no es un cereal. Relevante: carece de gluten, además de tener excelentes propiedades para la salud.
Me animé, pues, a desentrañar las características organolépticas de este gofio de clara apuesta personal y concebido desde emociones familiares de antaño. Como avancé, me pareció en general un producto muy completo.
Tonalidad clara y finura en el molido. Sin rastro de apelmazamientos tras los golpecitos en el tarro. En nariz, ninguna rareza: al contrario. Sutileza que recuerda en cierto modo a la avena. Impresión que se constató agregando el agua.
Probarlo así dio pistas de un producto al que se le adivinan idóneos aparejamientos en formas clásicas para tomarlo (leche, potajes, escaldón,…) o también para repostería saludable, por ejemplo. Detecté familiaridad; no advertí posibles defectos ni ‘vuelta de tuerca’ en el tostado.
La amplitud de recursos hacen pensar en una excelente incorporación a este mundo de los gofios en los que, aparte de la nutrición, se busca ineludiblemente el carácter de esas elaboraciones que puedan consumir los intolerantes y alérgicos con toda la confianza.
Hay que tener muy en cuenta que por cada 100 gramos, el trigo sarraceno proporciona aproximadamente unas 330 kcal, una cantidad bien razonable, más aún al tener en cuenta su origen vegetal.
Por estas razones, además de las que agregará el consumidor, este gofio tendrá, a buen seguro, no pocos adeptos de este alimento con el que también el creador tiene pensado abrir distintas líneas de productos.